lunes, 18 de marzo de 2024

Los hombres contra Dios – Encíclica “E Supremi Apostolatus” 1903 de S.S. Pío X. (Fragmento)


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Ciertamente, al hacernos cargo de una empresa de tal envergadura y al intentar sacarla adelante Nos proporciona, Venerables Hermanos, una extra ordinaria alegría el hecho de tener la certeza de que todos vosotros seréis unos esforzados aliados para llevarla a cabo. Pues si lo dudáramos os calificaríamos de ignorantes, cosa que ciertamente no sois, o de negligentes ante este funesto ataque que ahora en todo el mundo se promueve y se fomenta contra Dios; puesto que verdaderamente contra su Autor se han amotinado las gentes y traman las naciones planes vanos (Ps 2,1); parece que de todas partes se eleva la voz de quienes atacan a Dios: Apártate de nos otros (Job 21,14). Por eso, en la mayoría se ha extinguido el temor al Dios eterno y no se tiene en cuenta la ley de su poder supremo en las costumbres ni en público ni en privado: aún más, se lucha con denodado esfuerzo y con todo tipo de maquinaciones para arrancar de raíz incluso el mismo recuerdo y noción de Dios.

 

V

   Es indudable que quien considere todo esto tendrá que admitir de plano que esta perversión de las almas es como una muestra, como el prólogo de los males que debemos esperar en el fin de los tiempos; o incluso pensara que ya habita en este mundo el hijo de la perdición (2Th 2,3) de quien habla el Apóstol. En verdad, con semejante osadía, con este desafuero de la virtud de la religión, se cuartea por doquier la piedad, los documentos de la fe revelada son impugnados y se pretende directa y obstinadamente apartar, destruir cualquier relación que medie entre Dios y el hombre. Por el contrario –esta es la señal propia del Anticristo según el mismo Apóstol–, el hombre mismo con temeridad extrema ha invadido el campo de Dios, exaltándose por encima de todo aquello que recibe el nombre de Dios; hasta tal punto que –aunque no es capaz de borrar dentro de sí la noción que de Dios tiene–, tras el rechazo de Su majestad, se ha consagrado a si mismo este mundo visible como si fuera su templo, para que todos lo adoren. Se sentara en el templo de Dios, mostrándose como si fuera Dios (2Th 2,4).

 

VI

   Efectivamente, nadie en su sano juicio puede dudar de cuál es la batalla que está librando la humanidad contra Dios. Se permite ciertamente el hombre, en abuso de su libertad, violar el derecho y el poder del Creador; sin embargo, la victoria siempre está de la parte de Dios; incluso tanto más inminente es la derrota, cuanto Con mayor osadía se alza el hombre esperando el triunfo. Estas advertencias nos hace el mismo Dios en las Escrituras Santas. Pasa por alto, en efecto, los pecados de los hombres (Sabiduría 11,24), como olvidado de su poder y majestad: pero luego, tras simulada indiferencia, irritado como un borracho lleno de fuerza (Ps 77,65), romperá la cabeza a sus enemigos (Ps 67,22) para que todos reconozcan que el rey de toda la tierra es Dios (Ps 46,7) y sepan las gentes que no son más que hombres (Ps 9,20).

 

VII

   Todo esto, Venerables Hermanos, lo mantenemos y lo esperamos con fe cierta Lo cual, sin embargo, no es impedimento para que, cada uno por su parte, también procure hacer madurar la obra de Dios: y eso, no solo pidiendo Con asiduidad: Álzate, Señor , no prevalezca al hombre (Ps 9,19), sino –lo que es más importante– con hechos y palabras, abiertamente a la luz del día, afirmando y reivindicando para Dios el supremo dominio sobre los hombres y las demás criaturas, de modo que Su derecho a gobernar y su poder reciba culto y sea fielmente observado por todos.

 




domingo, 10 de marzo de 2024

El corazón del avaro - Pasajes de la Vida de San Antonio de Padua.


 


   En Toscana, gran región de Italia, se estaban celebrando solemnemente, como sucede en estos casos, las exequias de un hombre muy rico. En el funeral estaba presente san Antonio que, movido por una inspiración impetuosa, se puso a gritar que el muerto no tenía que ser enterrado en un sitio consagrado, sino a lo largo de las murallas de la ciudad, como un perro.

   Y esto porque su alma estaba condenada al infierno, y aquel cadáver no tenía corazón, como había dicho el Señor según el santo evangelista Lucas: Donde está tu tesoro, allí está también tu corazón.

   Ante esta exhortación, como es natural, todos se quedaron estupefactos, y tuvo lugar un encendido cambio de opiniones. Al final se abrió el pecho del difunto, y no se encontró su corazón que, según las predicciones del santo, fue encontrado en la caja fuerte donde conservaba su dinero.

Por dicho motivo, la ciudadanía alabó con entusiasmo a Dios y a su santo. Y aquel muerto no fue enterrado en el mausoleo que se le había preparado, sino llevado como un asno a la muralla y allí enterrado.

AHORA LA GRAN PREGUNTA ¿DONDE ESTÁ NUESTRO CORAZÓN…


SERMÓN SOBRE LA LIMOSNA – Por San Juan Crisóstomo.

 




RECIBIREMOS MÁS DE LO QUE DEMOS.

 

   San juan Crisóstomo, el más grande orador de todos los tiempos, dice asi en un famosísimo sermón que pronunció hace 15 siglos:

   “Cuando repartes limosnas, das dinero y recibirás cielo. Alejas la pobreza de otros y se te acercarán a tí las riquezas de Dios. Das cosas terrenas y recibirás bienes celestiales. Siempre y en toda ocasión necesitas que Dios se compadezca de tí, por eso siempre debes compadecerte de los necesitados. Cuando das a los pobres estás colocando tus riquezas en el banco que más intereses paga: el banco del cielo. Lo que les das a los pobres lo recibe Dios, y Él se encarga de multiplicarlo por mil y devolvértelo. Y aunque cuando des limosna estés en pecado, no por eso dejarás de recibir premios de Dios. No recibirás tanto como si estuvieras en gracia, pero sí recibirás y mucho. Cada limosna tuya es una semilla que esparces y te producirá cosechas abundantes... Dios permite que otros padezcan necesidad, para que tú puedas ayudarlos y así le vayas pagando tus pecados... cada pobre que ayudas se convierte en un médico que te trae curación para las enfermedades de tu alma... las oraciones que los pobres elevan por tí, se convierten en protectores que te libran de los rayos de la justicia divina... No quita tanto el agua las manchas y mugre de tus vestidos como la limosna las manchas de tu alma... La ayuda a los pobres va volviendo pura y blanca tu alma... ¿Qué tienes hijos y familia numerosa? La limosna atrae premios del cielo para ellos y los libra de muchos peligros. La buena tierra te devuelve 40 o 60 o 100 granos por cada semilla que allí siembras. En cambio el cielo te devuelve multiplicadas por mil las limosnas que repartes... Mira al cielo que te espera y cómpratelo, comprártelo con tus limosnas.”

 

CONSEJOS MUY UTILES.

 

   El gran predicador, San Juan Crisóstomo continúa diciendo en su célebre discurso que fué interrumpido constantemente por sus oyentes que aplaudían emocionados:

   “Algunos me preguntan: “¿Por qué nos hablas tantas veces de la limosna?” Yo les respondo: “Porque todavía no habéis aprendido bien la lección”. ¿Para qué pasar a la lección siguiente si no has aprendido lección anterior? ¿Para qué hablarte de otros temas si no te has convencido todavía del gran deber que tienes de ayudar al pobre?... Pero veo con agrado que a la mayor parte de vosotros os gusta que os hable del deber de dar limosna y del modo como se debe dar, y las ventajas y ganancias que la limosna os va a traer. Y es que os habéis dado cuenta de que este tema os trae muy buenas consecuencias. Por eso quiero convertirme en un embajador, embajador de los pobres ante vosotros. La situación grave y difícil de los pobres me obliga a hablar. Y sería una gravísima responsabilidad mía si no hablara muchas veces de lo importante que es ayudar a los necesitados. Oye pues esto que te voy a decir, que es muy importante:

   NO TE AVERGÜENCES DE PEDIR PARA EL POBRE, que Cristo no se avergonzó de pedir por ellos, anunciando que todo favor y ayuda que hacemos a los demás, lo recibe y considera como si lo hubiéramos hecho a Él personalmente (San Mateo 25, 40).

   NO TE AVERGÜENCES SINO DE UNA SOLA COSA EN EL MUNDO: DE PECAR. De ayudar al pobre, aun al más miserable y repugnante, no te avergüences nunca.  

   Jesús nos dejó una promesa formidable. Cuando recomendó “lavar los pies a los demás”, o sea prestarles servicios humildes, nos dijo “Sereís felices si hacéis esto”. (San Juan 13, 17) Promete felicidad a quien presta servicios humildes a los necesitados, y les dará felicidad en esta vida y en la otra.

   Dice el Libro santo: “Ayudad a los presos como si fuerais vosotros los que estuvierais presos y necesitados” (Hebreos 13,3) ¿Si estuviéramos en la cárcel, qué desearíamos que hicieran por nosotros? Pues la ley del Señor nos manda “amar al prójimo como nos amamos a nosotros mismos” (San Lucas 10, 26) Llévale al preso las ayudas que desearías que te llevaran a tí, y con eso ya estás cumpliendo lo que mandan la Ley y los Profetas (San Mateo 22, 40)

¿PERO Y SI NO SE MERECEN LA LIMOSNA?

   San Juan Crisóstomo con su hermoso estilo responde así a esta pregunta: “No los juzgues. No los condenes, más bien: ayúdalos. Jesús dice “No juzguéis y no series juzgados, no condenéis y no Sereís condenados” (San Mateo 7, 11) Y San Pablo te llama la atención diciendo: ¿Quién eres tú para juzgar a tu hermano? Dejemos de juzgarnos unos a otros (Romanos. 14, 10 y 13).

   No juzgues tú a los pobres ni los condenes. Si Dios nos hubiera puesto como tarea investigar las vidas ajenas, nos parecería esto un oficio horrible y antipático. Pues ya que no solo nos ha puesto esta tarea, sino que nos prohíbe juzgar y condenar, no condenemos al pobre, no juzguemos las causas de su pobreza.

   Dios hace salir el sol y manda la lluvia sin ponerse a medir cuánto hemos pecado ni cuánta culpa tenemos de nuestra pobreza. Y Jesús decía que para ser perfectos tenemos que imitar esa generosidad del Padre Celestial. Más vale dar y equivocarte por haber dado más de lo que convenía, que no dar y equivocarte por no dar lo suficiente. Dios no te va a condenar por haber sido demasiado generoso con los pobres, pero sí puede excluirte del Reino de los cielos por haber sido menos generoso con ellos de lo que debías ser”.

DEJADME LLORAR.

   El famoso orador del cual extractamos el párrafo anterior, terminaba así uno de esos sermones suyos que hacían vibrar de emoción a miles de oyentes:

   “Dejadme llorar, dejadme llorar, viendo lo tacaños que somos para ayudar al necesitado, y eso que también nosotros somos tan pecadores y tan necesitados de que nuestros pecados sean borrados con limosnas. Dios fue tan generosos para contigo que entregó por tí hasta a su propio Hijo. Y Cristo fue tan generoso con nosotros que derramó por nuestra salvación hasta la última gota de su sangre, ¿Y tú no quieres dar nada por esos pobres por los cuales murió Cristo y no quieres dar ni un mercado a esos necesitados a los cuales Dios, te manda ayudar? Dios te vende el cielo por unas limosnas a los pobres, y ¿Tú te quieres quedar amarrado a esta miserable tierra por no dar lo que puedes y debes dar? Me dirás: ¡Pero es que mi limosna no remedia los males! Y qué importa eso. Tú al dar estás obedeciendo a Dios y eso te basta. Dios no te pide sacar al preso de la cárcel sino hacerle una visita; no te exige sanar al enfermo sino consolarlo. No te manda quitar la pobreza sino aliviarla. Una cosa desea de tí: que tengas más generosidad para con los que necesitan tu ayuda.

   (El pueblo aplaudía y lloraba, al escuchar tan bello, piadoso y verdadero sermón).


viernes, 8 de marzo de 2024

Fenómenos diabólicos (De la obsesión) – Por Adolphe Tanquerey.

 




   Celoso de imitar la acción divina en el alma de los Santos, esfuérzase el demonio para ejercer él también su imperio, o, mejor, su tiranía sobre los hombres. Ora asedia, pudiéramos decir, al alma por defuera, moviendo horribles tentaciones; ora se aposenta dentro del cuerpo, y le mueve a su antojo, como si fuera el dueño de él, para poner turbación en el alma. El primer caso es la obsesión, y el segundo la posesión.

   Con respecto a la acción del demonio se han de evitar dos extremos: hay quienes le inculpan todos los males que nos acaecen, sin tener presente que hay en nosotros estados morbosos que no suponen intervención alguna diabólica, las malas inclinaciones que provienen de la triple concupiscencia, y que basta con las causas naturales para explicar cumplidamente las tentaciones. Y hay otros, por el contrario, que no se acuerdan de lo que los Libros Sagrados y la Tradición cuenta acerca de la acción del demonio, y de ninguna manera quieren conceder que intervenga. Para guardar el justo medio, se ha de seguir la regla de no recibir como fenómenos diabólicos sino aquellos que, por su carácter extraordinario o por el conjunto de circunstancias, indiquen claramente la acción del espíritu maligno.

Diremos primero de la obsesión y luego de la posesión.

De la obsesión.

   Su naturaleza. La obsesión no es, en suma, sino una serie de tentaciones más violentas y duraderas que las ordinarias. Es externa, cuando obra en los sentidos exteriores por medio de apariciones; interna, cuando provoca impresiones íntimas. Rara vez es solamente externa, porque el demonio no obra en los sentidos exteriores sino para turbar más fácilmente al alma. Sin embargo, hubo santos que, aun estando obsesos exteriormente por toda clase de fantasmas, conservaron en el interior de su alma una paz inalterable.

   1) El demonio puede obrar en todos los sentidos exteriores:

   a) En la vista, apareciéndose bajo aspectos repugnantes, para asustar a las gentes y apartarlas del ejercicio de las virtudes, como hizo con la V. M. Inés de Langeac y con otras muchas; otras, bajo aspectos seductores, para arrastrarlas al mal, como se apareció muchas veces a S. Alfonso Rodríguez.

   b) En el oído, haciendo oír palabras y cantares blasfemos u obscenos, como se lee en la vida de Santa Margarita de Cortona, o moviendo estrépito para asustar, como sucedió a veces a Santa Magdalena de Pazzis y al Santo Cura de Ars.

   c) En el tacto, de dos maneras, golpeando e hiriendo el cuerpo, como se lee en las bulas de canonización de Santa Catalina de Siena, de S. Francisco Javier, y en la vida de Santa Teresa; y otras veces con abrazos y caricias para incitar al mal, como S. Alfonso Rodríguez cuenta de sí mismo.

   Como advierte el P. Schram, hay casos en los que esas apariciones son meras alucinaciones producidas por una sobrexcitación nerviosa; pero aun entonces son tentaciones temibles.

   2) Obra también el demonio en los sentidos interiores:

   La imaginación y la memoria, y  en las pasiones, para excitarlas. Como el alma, muy, a pesar suyo, se encuentra llena de imágenes importunas, obsesionantes, que persisten a pesar de todo lo que hace para echarlas de sí, siéntese empujada a arrebatos de ira, a desesperada angustia, a movimientos instintivos de antipatía, o, por el contrario, a peligrosas ternuras, que no tienen razón que las justifique. Cierto que es muy difícil a veces determinar si hay verdadera obsesión; más cuando tales tentaciones son a la vez calladas, violentas, persistentes y difíciles de explicar por una causa natural, puede verse en ellas una acción especial del demonio.

   En caso de duda será bueno consultar con un médico cristiano capaz de examinar si los fenómenos son debidos a un estado morboso que se pueda aliviar con una higiene racional.

   Cómo ha de obrar el director:

    Ha de reunir la más entendida prudencia y la bondad más paternal.

   a) Nunca habrá de creer, sin pruebas de peso, que haya verdadera obsesión. Pero, haya obsesión o no, ha de tener mucha compasión de los penitentes acometidos de tentaciones violentas y persistentes, y darles ánimos con sabios consejos.

   b) Si, durante el período fuerte de la tentación, se produjeren en el sujeto desórdenes algunos sin consentimiento de la voluntad, le hará saber el director que no puede haber pecado donde no hay consentimiento. En caso de duda juzgará no haber habido falta, por lo menos grave, si se tratare de persona habitualmente bien dispuesta.

   c) Cuando se tratare de personas fervorosas habrá de pensar el director si tentaciones tan persistentes no formarán parte de las pruebas pasivas; y entonces dará a los tales, consejos apropiados al estado de sus almas.

   d) Cuando la obsesión diabólica es moralmente cierta o muy probable, puédense aplicar privadamente los exorcismos prescritos por el Ritual Romano, o fórmulas abreviadas; cuando llegare este caso, es conveniente no avisar a aquel a quien se va a exorcizar, si se temiere que el advertírselo le turbará y exaltará la imaginación; basta con decirle que vamos a rezar por él una oración aprobada por la Iglesia.

   Por lo que toca a los exorcismos solemnes, no se pueden aplicar sino con permiso del Ordinario, y con las precauciones de que diremos cuando hablemos de la posesión.

 

COMPENDIO

DE

TEOLOGÍA ASCÉTICA Y MÍSTICA


jueves, 7 de marzo de 2024

El día que los hermanos de “Santo Tomás de Aquino” quisieron tentarle en su pureza con una mujer. – Por G. K. Chesterton.

 


   De un mismo castillo italiano brotaron dos salvajes y un sabio; o un santo más pacífico que muchos sabios modernos. Este es el doble aspecto que engendra hasta confundir mil controversias. Este el enigma de la Edad Media: era no una edad sino dos edades. Miramos las costumbres y modales de algunos hombres y creemos estar en la Edad de Piedra; miramos la mente de otros y parecieran vivir en la Edad de Oro, en la más moderna de todas las utopías. Hombres buenos y malos los hubo siempre; pero en ese tiempo los hombres buenos, que eran sutiles, vivían con los malos, que eran necios. Vivían en la misma familia; crecían en el mismo cuarto de juegos, y salían luego para luchar, como lucharon los hermanos de Aquino a la vera del camino cuando arrastraron por el polvo al nuevo fraile y lo encerraron en el castillo de la montaña.

   Cuando sus parientes intentaron despojarlo del hábito de fraile Tomás reaccionó —se cuenta— con la manera belicosa de sus ancestros y con éxito ya que el intento fue abandonado. Aceptó el encarcelamiento con su compostura acostumbrada, y es probable que no le haya preocupado mucho si tenía que filosofar en un calabozo o en una celda En verdad, por la manera en que se narra toda la anécdota algo sugiere que a través de buena parte de esa extraña abducción anduvo el Santo llevado de aquí para allá como inerte estatua de piedra. Un sólo relato de su cautiverio nos lo muestra enfurecido más allá de cuanto haya estado antes o después. El hecho sacudió la imaginación de la época por razones de gran importancia; pero tiene un interés que tanto es psicológico como moral. Por una vez en su vida, la primera y la última, Tomás de Aquino estuvo realmente fuera de sí, arrebatado por una tormenta que lo sacó de la torre del intelecto y la  contemplación en que acostumbraba vivir. Y ello ocurrió cuando sus hermanos introdujeron en su cuarto una cortesana muy pintada y particularmente atractiva con la idea de sorprenderlo con una tentación repentina o por lo menos de envolverlo en un escándalo. Su furia estaba justificada, aun para cánones morales menos estrechos que los suyos, porque la mezquindad era peor que la maldad de la estratagema. Sin mucho pensarlo, él sabía que sus hermanos sabían, y ellos sabían que él sabía, que para él como caballero era un insulto suponer que podía quebrantar sus votos por una simple provocación. Tenía además tras de sí una sensibilidad mucho más terrible: esa enorme ambición de la humildad que representaba para él la voz de Dios desde los cielos. Por  un momento y en un destello único vemos a esta grande y pesada figura en actitud de actividad y aún animación Y no fue animación lo que faltó: saltó de su asiento, arrebato un tizón del fuego y se plantó blandiéndolo cómo espada encendida. La mujer se estremeció y huyó, que era cuanto Tomás quería; pero vale la pena imaginar lo que habrá pensado de ese loco de estatura gigante blandiendo llamas y amenazar aparentemente con quemar la casa. Empero todo lo  que Tomás hizo fue caminar tras ella hasta la puerta, golpear ésta y correr el cerrojo; y luego, con la suerte de impulso propio del ritual violento, hundió en la puerta el tizón encendido tiñéndola y marcándola con  el signo de la cruz, grande y negra. Después volvió sobre sus pasos, arrojó nuevamente el tizón al fuego y se sentó en este asiento de la docencia sedentaria, la cátedra de la filosofía, el trono secreto de la contemplación, del que nunca más se levantaría.

 

“SANTO TOMÁS DE AQUINO”

“EL espiritismo, una forma equivocada de buscar la verdad” – Entrevista al exorcista Francesco Bamonte (año 2003).


 


   ROMA, 2 noviembre 2003 (ZENIT.org). – «La superstición ofende a Jesucristo porque significa que no se confía suficientemente en Él», afirma el exorcista italiano Francesco Bamonte, autor de un libro sobre la acción oculta del maligno y las presuntas comunicaciones con el más allá.

   El volumen, aparecido por el momento en italiano, y pronto en otros idiomas, que lleva por título «Los daños del espiritismo» («I danni dello spiritismo») es publicado por la editorial Ancora.

   El padre Bamonte, religioso de los Siervos del Corazón Inmaculado de María, dedica su labor pastoral a ayudar a personas que han caído en las redes de magos o de un supuesto médium.

   En esta entrevista concedida en exclusiva a Zenit, este autor de libros ya traducidos en inglés, castellano, francés y polaco, describe con precisión los daños físicos y psíquicos del espiritismo.

   Con vehemencia, repite que «espiritismo y fe católica son irreconciliables».

 

Usted es exorcista, ¿piensa que las personas que caen en prácticas de espiritismo buscan la verdad de manera errónea?

Bamonte: Desde luego. Las prácticas de espiritismo son una vía equivocada de buscar la verdad. Esperan recibir informaciones auténticas sobre Dios, el hombre, el más allá, el pasado el presente y el futuro de lo que creen que son almas de difuntos. En realidad, generalmente no son más que trucos que en algunas ocasiones hacen entrar en contacto con el propio inconsciente. En otros casos, sin embargo, se entra en contacto con espíritus demoníacos que fingen ser almas de difuntos. Porqué los fenómenos y las manifestaciones de espiritismo no son siempre trucos, ficción, sugestión, mecanismo psicológico o manifestación del inconsciente o creación de la psique con la que algunos querrían explicar algo fuera de la normal, incluido aquello demoníaco o sobrenatural. Los casos de infestación y de posesión diabólica, en los cuales los sacerdotes exorcistas han tenido que intervenir después de una sesión de espiritismo, demuestran claramente cómo esta práctica es una vía privilegiada para una acción destructiva del demonio sobre personas.

¿Qué es exactamente el espiritismo y por qué no es conciliable con la fe?

Bamonte: Es la evocación de los difuntos, es decir, una práctica con la que, a través de técnicas y medios humanos, con o sin un médium, se intenta llamar a un difunto para hacerle preguntas. Cada vez que rezamos a Dios por nuestros difuntos, sin recurrir a una práctica espiritista, pedimos a los difuntos así como a los santos que oren a Dios con nosotros y por nosotros. Esta es la invocación de los difuntos, pero no la evocación, que sería lo que hacen en el espiritismo. Los difuntos sólo se nos pueden manifestar por iniciativa libre de Dios, directamente y nunca mediante técnicas o medios como las sesiones de espiritismo. Con fines serios, Dios puede permitir a una persona difunta que se nos presente, por ejemplo para damos un consejo o aunque sea para darnos una presencia de consuelo, para pedir sufragios o para agradecer sufragios recibidos. Si por el contrario, somos nosotros quienes queremos provocar un encuentro con los difuntos mediante «evocación» con las técnicas espiritistas, ya desde el Antiguo Testamento Dios ha hablado claro al respecto y nos ha dicho que quien haga estas cosas lo abomina. Basta leer Deuteronomio 18, 10-12 o Levítico 19. 31.

Las prácticas de espiritismo prometen consuelo y contacto con personas difuntas. ¿Qué se les puede decir, desde un punto de vista cristiano, a quienes buscan esta aproximación con el más allá?

Bamonte: Que lean la Biblia y vean que Dios prohíbe severamente esta aproximación con el más allá porque Él sabe que es falso y engañoso al sumergimos en la oscuridad y desviarnos de la verdad y de la fe auténtica, abriendo camino a la intervención de los espíritus del mal. Quien quiera sentirse cerca de sus seres queridos difuntos, que se confiese con frecuencia, vaya a misa, rece por ellos y esté totalmente disponible para lo que Dios disponga. Dios le dará con certeza la posibilidad de experimentar el gozo de sentirse en comunión con los propios difuntos queridos.

¿Cuáles son los daños principales del espiritismo?

Bamonte: Molestias físicas de todo tipo como dolores fuertes de barriga, en la frente, huesos, vómitos, ataques epilépticos, hormigueo en las piernas, ataques repentinos de calor o frío, sensación de angustia creciente, depresiones, continuos tics nerviosos, la imposibilidad de ingerir comida...

Basta, basta..., ¿todavía hay más?

Bamonte: Me refería sólo a las molestias físicas, pero hay todavía muchas más: no dormir ni de noche ni de día, no poder estudiar o trabajar. Estar agitado, tener pesadillas, miedo a lugares oscuros, sensación de ser agarrados por los brazos o como si alguien se nos sentara en las rodillas. También se experimentan bofetadas invisibles o mordeduras que no se ven, así como golpes en el cuerpo.

Y, ¿los daños psicológicos?

Bamonte: Pues fenómenos de auto marginación del contexto social y cotidiano, estados de dependencia parecidos al alcohol o a la droga, pérdida de la racionalidad y de la libertad, disociación de la personalidad hasta llegar a sentir que alguien ha entrado en la propia persona y hay voces que se sobreponen a la oración y blasfeman e inducen al suicidio.

   En relación a los daños sobre los lugares, podríamos decir que vienen señalados por fenómenos de movimiento de objetos sin ninguna causa sensible, timbres de puertas o instrumentos musicales que suenan solos de repente. También hay que señalar golpes en el tejado, en las paredes o en el suelo, y gritos y voces en el aire, ruido de pasos, visiones de sombras o presencias monstruosas.

¿Qué es el así llamado espiritismo pseudocatólico?

Bamonte: El intento inútil de conciliar la fe católica con el espiritismo. Por lo que acabo de decir se comprende cómo esto es absolutamente imposible.

Sí, se comprende perfectamente. Pero no es raro encontrarse con cristianos algo supersticiosos. ¿Se puede corregir esta tendencia?

Bamonte: La superstición es un pecado contra el primer mandamiento. Fe cristiana y superstición están en abierta contradicción, y sin embargo, no pocos cristianos tienen miedo del gato negro que cruza la calle, del aceite que se derrama, del número 13 o del 17, y llevan encima amuletos o talismanes para asegurarse buena suerte o alejar lá mala fortuna. También hay muchos cristianos que en la puerta de la casa tienen una herradura de caballo. No es raro ver a católicos haciendo gestos como los cuernos con la mano o que cruzan los dedos en momentos particulares. Es también grave, sobre todo si se es cristiano, creer en horóscopos, consultar a los magos, dejarse leer la mano o practicar el espiritismo.

   La superstición ofende a Cristo porque revela una falta de abandono y de confianza en Él. En la evangelización, en la predicación de la misa y en la catequesis, es necesario anunciar que el cristiano se fía sin límites de Cristo, que libera y salva al hombre de las fuerzas del mal que lo amenazan. Por el contrario, la superstición no sólo no lo libera ni lo protege de las fuerzas del mal sino que es una vía que le esclaviza para siempre.


lunes, 4 de marzo de 2024

Expulsión de demonios –Por Augusto Saudreau. Canónigo Honorario D´ Angers. (Traducido del francés por Nicky Pío).

 




Para que los demonios queden libres entre ellos y los cuerpos del poseído y para dejarlo a voluntad (libres del cuerpo del poseso), es necesario, después de haberles hecho sufrir durante mucho tiempo, para debilitarlos y evitar su regreso, se le da la orden de partir, pero a veces se resisten y sólo después de una larga lucha son expulsados. Otros, veces y más a menudo se van, pero regresan, entonces, nuevas peleas son necesarias para los exorcistas, una y otra vez.

   En cuanto a la orden ritual de exigir a los demonios una señal de su salida definitiva; Lo mejor es no dejarles elegir, sino dejarles que fijen una señal.

   Los demonios poseedores a veces quedan atrapados; por orden de Dios, están cautivos en el cuerpo donde entraron, pero les gustaría dejarlos, al  menos de vez en cuando (y de hecho así suele ser), pero ya no pueden hacerlo por orden de Dios. En este caso, el exorcismo ya no tiene el propósito de expulsarlos, sino estrechar sus vínculos, reducir sus fuerzas, y finalmente, hacerles casi imposible herir (al poseso). Ahora entonces todos los medios empleados por el exorcista, los esfuerzos generosos de la víctima, las oraciones y conjuros, las obras y las prácticas del exorcista poco a poco debilitan a los demonios; llega un momento en que la mayoría de los actos que inicialmente podían realizar (estos demonios) se les vuelven imposibles.

    Otros demonios más poderosos pueden venir y echarles una mano, especialmente si los hechizos continúan. Estos últimos (demonios) no poseen, sino que atacan desde fuera; asustan al paciente, lo golpean, pueden causarles molestias, a veces heridas; En presencia (de los demonios externos), los propios demonios cautivos son más fuertes y formidables. Si el exorcista continúa  usando los  remedios rituales, los enemigos de fuera que obsesionan, como los de dentro que poseen, pierden gradualmente su poder y el sufrimiento de la víctima se vuelve más fácil de soportar.

 

“EL ESTADO MÍSTICO”

SU NATURALEZA – SUS FASES

Y

LOS HECHOS EXTRAORDINARIOS DE LA VIDA ESPIRITUAL

Año 1921


jueves, 29 de febrero de 2024

La esclavitud del rico y la libertad del pobre – Por San Juan Crisóstomo.

 




La esclavitud del rico.

 

   El rico es esclavo, expuesto como está a que se lo mate y blanco de todo el que lo quiera dañar; pero el que nada tiene, no tiene por qué temer una confiscación o la condenación de un tribunal. Si la pobreza quitara la libertad de palabra, no hubiera Cristo enviado pobres a sus discípulos para una misión que la exigía tan grande. Y es que el pobre es realmente muy fuerte, pues no tiene por dónde se lo dañe o se le haga mal. El rico, en cambio, es vulnerable por todos los costados. Es como quien llevara arrastrando muchas y largas cuerdas, que podrían ser asidas por cualquiera, mientras al desnudo no habría por dónde echarle mano. Así sucede aquí con el rico. Sus esclavos, su oro, sus campos, sus negocios infinitos, sus mil preocupaciones y percances y trances forzosos, son otros tantos asideros para todo el mundo. (Homilía XVIII, 2 y 3 – PG 63,136-8.)

 

La libertad del pobre.

 

   Nadie piense, pues, que la pobreza es motivo de ignominia. Si va acompañada de la virtud, toda la riqueza del mundo es, a su lado, un puñado de barro o de paja. Persigámosla, pues, si queremos entrar en el Reino de los Cielos. “Vende—nos dice el Señor— lo que tienes y dadlo a los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo” (Mt 19, 21). Y añade: “Difícil es que un rico entre en el Reino de los Cielos” (Mt 19, 23). Ya veis cómo, de no tenerla, hay que procurársela uno mismo. ¡Gran bien es la pobreza! Es mano que nos introduce en el camino que lleva al cielo, es unción de atletas, magno y admirable ejercicio, puerto de bonanza.

 “Pero yo —me dices— necesito muchas cosas y no quiero recibir favores de nadie.” Pues también en eso está el rico por debajo de ti. Porque acaso tú pidas el favor de la comida; pero él, por su avaricia, pide desvergonzadamente infinitas cosas. Así que de muchas cosas necesitan los ricos. Y no sólo muchas, sino, a menudo, indignas de ellos mismos; por ejemplo, a menudo tiene que apelar a soldados y esclavos. El pobre, empero, no tiene necesidad ni aun del emperador, y si sufre penuria, es por ello admirado, pues, pudiendo hacerse rico, aceptó voluntariamente ese estado.

 

“SERMONES”

 


miércoles, 28 de febrero de 2024

Mortificación del cuerpo – Por San Alfonso María de Ligorio.


 



   Muy sabia fue, según esto, la respuesta de aquel buen solitario de que habla el padre Rodríguez; maceraba tan extraordinariamente su cuerpo, que alguno le preguntó por qué lo castigaba tanto, y él respondió: “Atormento a quien me atormenta” y me quiera dar muerte. De igual modo respondió el abad Moisés cuando le reprendieron por su excesiva penitencia: “Que aflojen las pasiones y aflojaré yo”; que deje la carne de molestarme y dejaré yo de mortificarla.

 

Necesidad de la penitencia

   Si queremos, pues, salvarnos, y dar gusto a Dios, hay que reformar los gustos; debemos apetecer lo que rechaza la carne, y debemos rechazar lo que la carne apetece. Eso es lo que indicó un día el Señor a San Francisco de Asís: “Si quieres poseerme, toma lo amargo por dulce y lo dulce por amargo”.

   No se objete, como hacen algunos, que la perfección no consiste en mortificar el cuerpo, sino en contrariar la voluntad; a ésos les responde el padre Pinamonti: “Sin duda que la valla de zarzas no es el fruto de la viña; pero ella es la que guarda el fruto, y sin ella el fruto desaparecería”; como dice el Eclesiástico: Donde no hay cercado desaparecen los frutos.

   San Luis Gonzaga, aun siendo de quebrantada salud, tanta avidez tenía de mortificar su cuerpo, que su única preocupación era buscar mortificaciones y penitencias, y cuando alguien le dijo un día que no consistía en aquello la santidad, sino en la abnegación de la voluntad, respondió muy sabiamente con el Evangelio: Eso hay que hacer, pero no hay que omitir lo otro (Mt. 36, 27); con lo cual quería decir que, siendo lo más necesario la mortificación de la propia voluntad, no deja de ser necesaria la mortificación del cuerpo, para tenerlo a raya y sujeto a la razón. Por eso el Apóstol decía: Castigo mi cuerpo y Io trato como a un esclavo (1 Cor. 11,27). Si el cuerpo no está castigado, difícilmente se somete a la ley; por eso San Juan de la Cruz, hablando de algunos que no aman la mortificación, y, tomando aires de maestros del espíritu, desprecian la mortificación externa y disuaden de ella a los demás, escribió. “Si en algún tiempo le persuadiere alguno, sea o no prelado, doctrina de anchura y más alivio, no la crea ni la abrace, aunque se la confirme con milagros, sino penitencia y más penitencia y desasimiento de todas las cosas”.


“SAN ALFONSO MARÍA DE LIGORIO”