domingo, 11 de marzo de 2018

LAS TRES ESPECIES DE TEMOR – Por el P. REGINALDO GARRIGOU-LAGRANGE, O. P. (Segunda parte)





   2) El temor servil es muy distinto: es el temor, no ya de la persecución del mundo, sino de los castigos de Dios. Es útil, por cuanto nos induce a observar los divinos mandamientos. Se revelaba de modo especial en el Antiguo Testamento bajo el nombre de la ley del temor, mientras que en el Nuevo Testamento es llamado ley del amor.

   Semejante temor, útil a la salvación, puede, sin embargo, hacerse malo, si los castigos divinos se temen más que el ser separados de Él y si se evita el pecado sólo por el miedo de ellos, de tal modo que se pecaría si no fuese por el castigo eterno. Este temor se llama entonces temor servilmente servil, y manifiesta evidentemente que más que a Dios nos amamos a nosotros mismos; es, pues, malo, y no puede, bajo esta forma, existir, junto con la caridad, amor de Dios sobre todas las cosas.

   El temor servil es, por tanto, bueno sustancialmente.

   Pero cuando no es servilmente servil, el temor servil de los castigos divinos es útil: ayuda al pecador a acercarse a Dios. No obstante, no es una virtud ni un don del Espíritu Santo. “Es, dice Santa Catalina de Siena (Diálogo, C. 94), como un viento huracanado que sacude a los pecadores.” Es insuficiente para la salvación, pero puede conducir a la virtud. Del mismo modo que, durante la tempestad, el marinero se acuerda de que es necesario rezar y, aun encontrándose en pecado mortal, reza mejor de lo que puede por una gracia actual, que le es entonces concedida y que es ofrecida a todos en casos semejantes.

   En el justo, el temor servil subsiste, pero disminuye al crecer la caridad. En efecto, cuanto más se ama a Dios, más disminuye el egoísmo y menos atento está uno a su propio interés; por lo mismo, se ama más a Dios y más se espera ser recompensado por El. El temor servil, o de los castigos divinos, no existe ya en el Cielo, como es evidente.

   “Pero es malo su modo de ser (es decir, de servilidad), cuando se temen los castigos de Dios más que el pecado y la separación de Dios, ya que entonces nos amamos más a nosotros mismos que a Dios y se conserva afecto al pecado mortal, que se cometería si no fuese castigado con las penas eternas.”


“LA VIDA ETERNA Y LA PROFUNDIDAD DEL ALMA”


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